Macao y el tiempo de China

China recupera Macao, unifica todo su territorio continental y Portugal y Europa dicen adiós a la última plaza colonial en el continente asiático. Para el gigante oriental no puede haber mejor fin de siglo y comienzo del nuevo milenio. El futuro parece sonreir a China, mientras se prepara ya, forzando la marcha, para concentrar todas sus energías en el siguiente objetivo: Taiwán, su auténtico quebradero de cabeza en el puzzle de la unificación.

Para Beijing, lo de Macao ha sido muchísimo más llevadero que la retrocesión de Hong Kong. La actitud de Portugal en las negociaciones se ha visto enormemente contagiada del pragmatismo chino. Mientras Londres aún discutió con los líderes chinos la cuestión de la soberanía sobre el territorio, Lisboa, al admitir constitucionalmente, poco después de la Revolución de los Claveles, que Macao era un enclave chino bajo administración portuguesa, ni mencionó este asunto. Por lo demás, conviene tener presente que el origen de su presencia en la región es muy diferente al de Gran Bretaña. En el caso portugués, no hubo guerra del opio sino anuencia de los funcionarios imperiales, hábilmente seducidos por la corrupción primero, y por una alianza de facto, después, para asegurar la mejor represión de las rebeliones campesinas. Más que fruto de un choque, fue el resultado de una puesta en común de intereses (comercio y defensa).

Esa liviandad, no exenta de fricciones, y otros factores culturales han facilitado un mestizaje que nunca llegó a producirse en Hong Kong. A la postre, en ello reside la importancia del problema de la nacionalidad (más de cien mil personas tienen pasaporte portugués si bien solo unos miles lo son originarios). Para Beijing, chino es todo aquél que tenga ascendencia china. A partir del día 20, unas noventa mil personas (de un total de cuatrocientas mil) perderán automáticamente la condición de ciudadanos portugueses.

Esa especial relación entre Portugal y China se ha mantenido hasta el final y le ha otorgado al imperio de Oriente una posición mucho más cómoda para arrancar importantes concesiones de Lisboa, entre ellas, la exigencia del juramento de lealtad a la República Popular de los altos funcionarios y dirigentes de la Región de Macao, la ambigüedad del capítulo relativo a la presencia militar, o el desentendimiento del pago de las pensiones de los empleados públicos devengadas antes del 20 de diciembre. La inexistencia de vida política y el desinterés de Portugal han propiciado que el objetivo de las elecciones directas a la Asamblea Legislativa de Macao haya quedado aparcado, manteniéndose el tradicional esquema de la representación triangular: directa, corporativa y por designación. En lo sucesivo habrá más representantes elegidos directamente pero se mantendrán los cupos.Son estas las principales cuestiones que marcan la diferencia en relación a Hong Kong.

Macao, una pequeña ciudad-estado de sectas secretas, desigualdades de abismo y cuya vida sigue girando en torno a ese lucrativo negocio del juego que gobierna Stanley Ho, confía en poder mantener su nivel y peculiar forma de existencia, al amparo de la ya clásica fórmula de “un país, dos sistemas”. Es probable que los cambios resulten apenas perceptibles pues además de su escaso peso económico y proyección exterior, en muchos aspectos la influencia china forma parte de su realidad cotidiana prácticamente desde la revolución cultural, cuando los graves disturbios registrados en la ciudad obligaron a las autoridades portuguesas a una capitulación de facto.

La recuperación de Macao refuerza el liderazgo interno de Jiang Zemin, quien puede vanagloriarse de su aproximación a la figura histórica de Qin Shi Huang, el emperador que unificó toda China. Como el actual, fue aquel un período marcado por la modernización, por la prosperidad y el fortalecimiento del Estado. Era el tiempo de China. Qin Shi Huang tuvo su Gran Canal y Jiang Zemin tendrá sus Tres Gargantas. Aquel reinado, sin embargo, terminó quemando libros y enterrando vivos a varios cientos de letrados disconformes con el emperador. Confiemos en que este nuevo tiempo de China evite las tragedias del pasado.