Estados Unidos se ha transformado en una nación fracturada. Numerosas divisiones emergen dentro de su sociedad. Hay una división económica derivada de su gigantesca brecha en el ingreso. Una división regional resultante de la dicotomía éxito-fracaso que se da entre sus grandes ciudades costeras y el país tierra adentro. Una división racial en la cual tanto importantes sectores de su población blanca como otros grupos raciales, con particular referencia a la población negra, se sienten como la parte agraviada. Una división cultural en la cual algunos se aferran al pasado como un ancla de identidad, mientras otros reinterpretan ese pasado bajo los valores del presente. Una división religiosa en la que el fundamentalismo evangélico es enfrentado por la ciencia y la razón. Una división ambientalista en la cual quienes respaldan a los combustibles fósiles y a las industrias básicas tradicionales son enfrentados por quienes persiguen una economía verde y un estilo de vida sustentable. Y así sucesivamente.
Estados Unidos se ha transformado en una nación fracturada. Numerosas divisiones emergen dentro de su sociedad. Hay una división económica derivada de su gigantesca brecha en el ingreso. Una división regional resultante de la dicotomía éxito-fracaso que se da entre sus grandes ciudades costeras y el país tierra adentro. Una división racial en la cual tanto importantes sectores de su población blanca como otros grupos raciales, con particular referencia a la población negra, se sienten como la parte agraviada. Una división cultural en la cual algunos se aferran al pasado como un ancla de identidad, mientras otros reinterpretan ese pasado bajo los valores del presente. Una división religiosa en la que el fundamentalismo evangélico es enfrentado por la ciencia y la razón. Una división ambientalista en la cual quienes respaldan a los combustibles fósiles y a las industrias básicas tradicionales son enfrentados por quienes persiguen una economía verde y un estilo de vida sustentable. Y así sucesivamente.
Hasta fecha no lejana, tales diferencias emergían dentro de rupturas verticales que hacían convivir lado a lado a infinidad de grupos con visiones contrapestas. Si algún país se encontraba bien preparado para manejar esa situación era precisamente Estados Unidos. Ello, a partir de la visión anti-mayoritaria propia de su sistema político. Los “Padres Fundadores” de ese país siempre alertaron, en efecto, contra los riesgos de la “tiranía de la mayoría”. Desde su gestación de la vida independiente, Estados Unidos fue delineando una visión sustentada en la noción de una sociedad conformada por grupos e intereses divergentes a cuya protección se debía el Estado. La responsabilidad de los gobernantes, bajo esta óptica, consistía en mantener a raya a la mayoría para resguardar los espacios y las creencias de los distintas parcialidades. No en balde, el lema tradicional de Estados Unidos: “E pluribus unum”. Es decir, de los muchos, uno.
La novedad es que la multiplicidad de fracturas presentes en esa sociedad ha pasado a fusionarse, en años recientes, con las dos grandes identidades partidistas del país. De manera inmensamente curiosa, Demócratas y Republicanos han pasado a delinear dos visiones alternativas de sociedad compuestas por una sumatoria de pequeñas fracturas verticales. El resultado de ello es la aparición de una gigantesca fractura horizontal dentro de la sociedad. Es decir, dos grandes mayorías que coexisten lado a lado demonizándose e intentando destruirse. Esta inmensa fractura horizontal está erosionando y desarticulando las instituciones del país y destruyendo los vínculos comunitarios que mantenían unida a la sociedad. El “e pluribus unum” ha desaparecido, dando lugar a una inmensa polarización social.
Dentro de estas dos sociedades, hay una brecha económica en la que el 1% del tope posee tanta riqueza como el 90% de la población contada a partir de abajo. Desde los setenta la riqueza de ese 1% se ha incrementado 156%, mientras el salario de la mayoría de la población obrera se ha mantenido estancado en términos reales. Mientras los Republicanos abogan por bajarle los impuestos al 1%, los Demócratas desean subirlos para redistribuir el ingreso. Hay una brecha regional en la que el país tierra adentro y las grandes ciudades costeras se han separado. El primero evidencia un circulo vicioso conformado por una población pobremente educada y atada a industrias en decadencia. El segundo, un circulo virtuoso de crecimiento económico basado en industrias de conocimiento intensivo. Mientras el primero es coto Republicano, el segundo lo es Demócrata. Existe una brecha racial en la cual 4 de cada 10 estadounidenses se identifica con un grupo racial o étnico distinto a los blancos. Ello como resultado de que la década 2010-2020 fue la primera en evidenciar una disminución numérica de la población blanca. Así, mientras importantes sectores de esta última se visualizan como fortaleza asediada, los afroamericanos y los latinos resienten la discriminación y la vulnerabilidad a la que están sometidos. Mientras la “fortaleza asediada” es coto Republicano, afroamericanos y latinos se identifican mayoritariamente con los Demócratas. Hay una brecha cultural en la que parte de la población se aferra a las certidumbres nostálgicas de una era superada, en tanto que otra parte busca reinterpretar la historia bajo los lentes valorativos de nuestros días. Mientras los Republicanos aglutinan al primer grupo, los Demócratas al segundo. Hay una brecha religiosa en la cual el fundamentalismo evangélico cree en el creacionismo y en el carácter literal de la “Palabra Revelada”, viéndose confrontado por una sociedad mucho más seglar y racional. Mientras los Republicanos acobijan al primer grupo, los Demócratas son la tolda preferida del segundo. Y así sucesivamente.
Nada dentro de la visión anti mayoritaria del sistema político estadounidense lo prepara para lidiar con esta polarización de mayorías.